El cine de Lucrecia Martel tiene la particularidad de ser abarcado dentro de una serie de categorías distintivas, siendo la variedad de tópicos (dentro de aspectos centrales muy similares) una de sus características más reconocibles; la cotidianeidad, el género, los procesos de duelo, la autoexploración y la psicología, son algunos de los más explorados en la cinematografía de la directora argentina. Su primer largometraje, ‘’La Ciénaga’’ (2001) fue aclamada por la crítica internacional, quien afirmó estar presente en el nacimiento de una nueva voz dentro del cine argentino. Los primeros pasos de Lucrecia dieron sus frutos, estrenando 3 años después el drama adolescente ‘’La Niña Santa’’, que le permitió seguir cosechando críticas positivas a su obra. No es hasta el año 2008 que nos llega su tercera película, un thriller psicológico que vino a seguir con su herencia tanto a nivel narrativo como en la dirección; ‘’La Mujer Sin Cabeza’’.
La historia nos centra en la piel de Verónica (María Onetto) -una dentista reconocida por su comunidad- quien un día regresando de un evento familiar, atropella con su automóvil a algo (no se sabe bien del todo a qué exactamente). A partir de ese momento, la protagonista comenzará a sufrir un fuerte shock que invadirá su vida entera y su propia cotidianeidad. Una de las principales características de esta película es que en ningún momento se nos muestra de forma explícita a qué o a quién embistió la protagonista con su vehículo, por lo que tanto el espectador como Verónica experimentaran todo un proceso de tensión que atravesará toda la cinta.
Como se demuestra en el resumen, la película no avanzará mucho más en la narración y en el conflicto que se nos presenta ni bien arrancada la historia. Lo verdaderamente importante no es descubrir quién o qué es la víctima que dejó Verónica en medio de la ruta, sinó experimentar de primera mano una experiencia tan traumatizante como lo es un accidente automovilístico. Poco a poco la cinta nos irá dando pequeños y sutiles pistas sobre la verdad del caso, pero está en el propio espectador estar atento a todos esos detalles, por lo que la atención a la narrativa es de vital importancia para entender el desarrollo de la misma. De todas formas, dichos detalles están sujetos a la libre interpretación del individuo, por lo que la versatilidad es un elemento importante dentro del imaginario de La Mujer Sin Cabeza.
Otro de los aspectos más importantes de la película son los referidos a su dirección y montaje. En una cinta en donde no abundan para nada los diálogos largos y tendidos, estos son sacrificados con la intención de mostrarte mucho con gestos, miradas y silencios incómodos. Los planos cerrados, claustrofóbicos de a ratos, son condimentos que solo contribuyen a generar incomodidad al espectador; Verónica no es una persona que la esté pasando bien, y la idea es transmitir eso. De más está decir que el trabajo de los actores es sobresaliente, ya sea el rol principal de Maria Onetto y su constante luchas con sus propios demonios internos; Cesar Bordón como el marido preocupado y cariñoso con su esposa, en quien comienza a notar comportamientos y actitudes desconocidas anteriormente o incluso Claudia Cantero, como esa pariente que parece vivir en un universo paralelo, indiferente a todo problema que la rodea. Todos hacen un papel por demás acertado a la hora de llevar la historia.
Más allá del aporte que puedan hacer los diferentes personajes, la historia gira en torno a Verónica. Por lo que es entendible que aparezca en la totalidad de las escenas por más escaso que sea su diálogo, ya que su mera presencia es muy potente e incómoda. Desde el momento que ocurre el accidente en adelante, el clima que invade la película es la incertidumbre: ya sea para saber qué sucedió realmente o por el hecho de sentir ese constante ambiente tenso, en donde todo se puede descontrolar en cuestión de segundos. Las situaciones están dirigidas y narradas de una manera en la que puedas sentir compasión por la protagonista, incluso teniendo presente el detalle de que chocó con su automóvil y solo atinó a darse a la fuga: la sensación de temor y desesperación se apodera de esta odontóloga, que parecía ser la imagen viva de la paz y cordialidad.
A modo de conclusión, debo reconocer que ‘’La Mujer Sin Cabeza’’ es una película que no suele ser del gusto de cualquier tipo de público, ya que la carencia de diálogos sostenidos puede provocar la falsa ilusión de que la historia se extiende sin sentidos claros, nada más lejos de la realidad. Lo realmente sobresaliente de la cinta, y del trabajo de Martel como directora, es la capacidad que tiene para narrar una transformación (entendido como un cambio de piel y de conductas) dentro de un ambiente sumamente cotidiano; el objetivo de generar ‘’cercanía’’ con todo lo que se vive en el film está cumplido. La transformación no es física, sino que más bien se da dentro de pautas internas del personaje. La existencia de este ambiente cotidiano, de procesos de transformación interna y el sentimiento constante de claustrofobia son aspectos necesarios de comprender y reconocer a la hora de hablar del cine de Lucrecia Martel, y La Mujer Sin Cabeza los condensa a la perfección.
Escrito por: Francisco Rojas Lipuchesky
Comentarios
Publicar un comentario