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PSYCHO: LA OBRA MAESTRA DEL CINE DE TERROR

 

Es imposible hablar del cine actual sin verlo en perspectiva con las grandes obras que dan peso y lugar a un género. La acción, la ciencia ficción e incluso la comedia plantean ciertos esquemas estéticos, narrativos e incluso de dirección que ayudan a reconocer de forma casi inmediata el tipo de obra que estamos presenciando. Dicha distinción dentro de cada género cinematográfico (aunque obviamente alcanza cualquier tipo de arte) se dan, en la actualidad, porque tenemos obras que sirven de centro fundacional.

El terror no es ajeno a este planteo, y es precisamente dentro suyo donde reposa uno de los más grandes clásicos de la historia del séptimo arte: ‘’Psycho’’, dirigida por el maestro del suspenso Alfred Hitchcok y estrenada en el año 1960.

En el año 1959, el escritor Robert Bloch publica la novela ‘’Psycho’’, basada de forma muy libre en el caso real del asesino Ed Gein, conocido por la comunidad de la época por sus asesinatos como así también por su capacidad de profanar tumbas. Este criminal también fue inspiración suficiente para la creación de otros asesinos importantes dentro del cine del terror como lo fueron Hannibal Lecter en ‘’The Silence of the Lamb’’ () o Leatherface de la saga ‘’The Texas Chainsaw Massacre’’. Hitchcock, quien se encontró muy interesado en adaptar esta novela a un formato televisivo (recordemos que para ese momento estaba al mando de su show televisivo ‘’Alfred Hitchcok presenta…’’), decide comprar los derechos para adaptarla por el valor de unos 9500 dólares.

La historia nos centra, en primera instancia, en la piel de Marion; una atractiva secretaria que decide escapar de la ciudad después de haber robado el dinero de la empresa en la que trabajaba. Los azares de la vida, y tal vez porque era perseguida por el tiempo, toma la decisión de alojarse en el motel Bates una noche de intensa lluvia. Es ahí en donde conoce a Norman Bates, el simpático y misterioso propietario del alojamiento, quien se encarga a su vez de cuidar a su amada madre alojada en la casa familiar. La historia toma un giro inespereado en el momento que ocurre un terrible asesinato que pondrá en tela de juicio la verdadera humanidad de los protagonistas, que verán expuestos sus más tenebrosos secretos.

A grandes rasgos, la sinopsis y el guión en sí nos muestra la típica película de terror y misterio en donde la fuerza de la ley deberá atrapar a un peligroso asesino en una carrera a contrarreloj. Sin embargo, hoy día Psycho es considerada una obra maestra, incluso hay un séquito de seguidores que aseguran que tiene un más que merecido premio en la historia grande del cine, considerándola una de las más importantes cintas del séptimo arte.

Cuesta, y mucho, encontrar gente que no haya visto esta película, por lo que es dificultoso aportar algo nuevo a la catarata de análisis, críticas o reviews que hay repartidas a lo largo y a lo ancho de todo el internet. Por ese motivo es que me dedicaré a destacar los aspectos centrales de esta, la obra maestra del genio de Alfred Hitchcok y una de mis películas favoritas en la vida.

En primera instancia, hay que destacar a los personajes y su lugar dentro de la historia, que ya en sí resultan disruptivos para la época. Por un lado tenemos a la primer protagonista, Marion, interpretada por una excelente Janet Leigh que sentirá en primera persona las consecuencias directas de sus actos (recordemos que la película arranca con ella charlando con su amante lo que harían si tuvieran el dinero suficiente para escapar de la ciudad) al robar la importante recaudación de la empresa en la que trabajaba, dándose a la fuga y topándose con el motel ‘’Bates’’. Una vez llega a ese destino conoce a su peculiar propietario, Norman Bates. El encargado de darle vida no es otro que Anthony Perkins, que hay un trabajo por demás sobresaliente en la piel del encantador (y despiadado) propietario del establecimiento, con un fuerte condimento de Edipo, siendo quizás el personaje más complejo psicológicamente en el contexto del cine en esa época. La química entre ambos artistas se hace latente desde el primer instante que cruzan palabras. En ese momento estás viendo a dos personajes, desconocidos entre sí, entablando una conversación profunda y llena de simbolismos; en este aspecto las líneas de Norman resultan cautivadoras y particularmente perturbadoras, como si supieras que hay algo que él mismo esconde, y que eso que oculta no es nada bueno. No obstante, no tardamos mucho en darnos cuenta lo que ocurre, ya que la protagonista es asesinada de forma inesperada; dando nacimiento a una de las escenas más icónicas en la historia del cine: el famoso asesinato en la ducha del motel Bates.

La escena en sí amerita un análisis completo en sí misma, trabajo que no ha sido ignorado a lo largo de la historia. Destacar su importancia responde a variados factores que coronan su importancia. Ya sea desde lo sorpresivo que resultaba ver morir de forma tan inesperada y brutal a una protagonista principal, o la banda sonora a cargo de Bernard Hermand que ya es considerada  como ‘’la más icónica en la historia del cine’’. Sin embargo, lo que considero que es su principal aporte es la forma en la que es grabada, ya que ahí entiendo que reposa el verdadero genio creativo de Hitchcock.

En una primera instancia, siempre teniendo el contexto de surgimiento de la obra presente, se destaca lo que tardaron en grabar esta escena: una semana. Dicho registro es completamente inédito si hablamos del cine de los recién llegados años 60’, ya que no solían tardar tanto en filmar escenas, simplemente la industria no estaba lo suficientemente madura como para llevar a cabo procesos de producción y postproducción amplios.

Otro de los aspectos destacables es que dicha escena fue filmada en 78 planos y 52 cortes (el famoso ‘’78/52’’ surge justamente de esta película y escena en particular). Dando cátedra de lo exigente y perfeccionista que era Alfred a la hora de dirigir, cuando ves esta escena podés sentir como la película entera se desarrolla en función de esta escena; todos los caminos convergen para dar con este giro argumental. En una segunda visión se hacen muchísimo más latentes las alegorías y simbologías a este terrible desenlace para nuestra protagonista. La calidad se hace latente a lo largo de los 3 minutos de duración del deceso de Marion Crane.

Aún así, lo que considero especialmente valioso de este momento, es que funciona como puente perfecto para el cambio de tono que tiene la película a partir de ese instante. No solo hay un ‘’cambio’’ en los roles protagónicos (como Marion murió, el protagonismo pasa a ser de Norman), sino que la forma en la que es filmada esta sustitución es simplemente maravillosa. Desde el enfoque perdido de la cámara, que nos da la sensación de desamparo y pérdida de la noción del espacio, como si fuésemos testigos reales de un asesinato y no supiéramos para donde dirigirnos, shockeados por el terrible acontecimiento; o la posición de las cámaras, que no deciden mostrar más de lo necesario, todo esto funciona de forma perfecta. En ese momento se detiene en Norman, coronando el traslado definitivo de nuestra atención. Ya vimos el asesinato desde un lugar testimonial, ahora queremos saber qué haran el(los) responsable(s) de concretarlo.

De esta forma, con el asesinato concretado y el cambio de roles protagónicos, cierra esta tan reconocible escena. A partir de ese momento,con el latente nerviosismo de Norman al sentirse perseguido por su propia conciencia y el peso de la justicia pisándole los talones, comienza la etapa final de la película. Con todo esto ya experimentado, podemos asegurar que estamos siendo testigos del primer film dentro del subgénero de terror ‘’Slasher’’.

El giro final es igual de destacable, revelándose que la persona encargada de asesinar a Marion no es otro que Norman mismo disfrazado como su propia madre, muerta hace ya mucho tiempo. La cinta termina con el famoso monólogo de Norman en la sala de detención, en donde la voz de su madre le carcome las entrañas, respondiendo este en un primer momento con rechazo; rechazo que se hace latente en su rostro, como si de un nene siendo regañado se tratara. Sin embargo, Norman pierde la batalla y decide entregarse en cuerpo y mente (literal) a la consciencia de su madre. El peligro se ve reflejado en sus ojos vacíos y la sonrisa marcada a flor de pie. Después de todo no hay nada de lo que preocuparse, nadie sospecharía de alguien que sería incapaz de matar a una mosca… O no?

Escrito por: Francisco Rojas Lipuchesky.














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